martes, 9 de julio de 2013

SE NOS FUE NUESTRO GRANDULLON...

Era viernes por la tarde, y una mala noticia corrió como la pólvora entre los Hermanos de Oración, nuestro grandullón se nos iba. El sábado se presagiaba iba a ser un día duro por los Morgans, y es que Antonio se nos fue al cielo de Getsemaní, al lado de su Señor de la Oración, y cerca de su Madre de Vera + Cruz. Después de unos días, las palabras siguen sin salirme, y es que algo importante de la Hdad, ya nos está entre nosotros, me quedo con el recuerdo de unas de las verbenas, en donde participó en el equipo de la intendencia de esa fiesta, con su polo verde XXL, hecho exclusivamente para el, como no iba a ser si el era especial. Amigo Torres, recuerdo aquella llamada animando a su Coronación, no se me olvidará, como te dije en mi perfil de Facebook, Ella en ese día tendrá mucho de ti. Un abrazo allí donde quieres que estés grandullon.

Muchos amigos deja en el camino, os dejo un articulo de Antonio Frochoso publicado en la web de la Hdad, donde entenderemos mucho mejor quien era esta gran persona.

ANTONIO TORRES FERNÁNDEZ, MI AMIGO
El pasado viernes ya anochecido, recibo una llamada del Hermano Mayor. Su tono de voz no me presagiaba nada bueno. Algo muy serio tendría que hablar conmigo, pensé. Ni por un momento se me pasó por la cabeza la trágica, inesperada, dolorosa e incrédula noticia que me daba: Antonio Torres, se estaba muriendo en la UCI pues le había dado un tremendo infarto cerebral y no se contaba con él. ¡Pero que me estás diciendo Paco!, le contesté. ¡Eso es imposible, no puede ser verdad!, le espeté como si Paco tuviese la culpa de lo que estaba ocurriendo. “Así es Frochi, está muy mal y hasta he llamado al cura para que le dé la extremaunción”. Y como si mi cerebro fuese un fichero de imágenes y fotografías que se pusiera en funcionamiento antes que yo se lo ordenara, me fueron pasando los momentos vividos junto a mi AMIGO Antonio Torres. Sí, mi AMIGO. Y lo digo con letras grandes, tan grande como él era, porque aunque ahora estábamos algo distanciados por razones que ahora no vienen al caso pero que nunca he entendido, Antonio Torres ha sido uno de mis grandes AMIGOS en la Hermandad y fuera de ella. AMIGO de los de verdad. De los que siempre podías contar con él y, a pesar de su gran cuerpo de hombretón, era en el fondo un niño que no paraba de sonreír y hacerte sonreír con sus más de una y mil historias que hemos vivido juntos en estos 30 años que hacía que nos conocíamos.
Conocí a Antonio allá por el año 83. Eran los años en los que el cuerpo de costalero de la hermandad empezó a mover unos cimientos de nuestra corporación, unas veces con acierto y otros con menos, que nos ha llevado al esplendor de lo que hoy nuestra Hermandad vive. Fueron años intensos de vida de hermandad y de grupo. De un grupo que, encabezado por Manolo Luque, se llegó a presentar a las elecciones del 85. Y Antonio Torres, como en muchos avatares de nuestra Hermandad, fue una pieza fundamental en todo aquello. Era nuestro secretario “perpetuo”, que si no se lo reconocimos en un pergamino, sí se lo hicimos saber de la manera más nuestra y cariñosa que supimos hacerlo entonces: una carpeta de piel para que guardara y apuntara todo-y es que Antonio lo guardaba absolutamente todo-con la medalla de la Hermandad sobredorada pegada en la citada carpeta. Muchos recibimos regalos y honores en los años posteriores, pero creo firmemente que junto con el cuadro que se entregó a Paco, el de Antonio fue el más justo y merecido.
Resumir en unas líneas lo vivido y padecido con Antonio Torres es imposible. Con él he vivido momentos buenos y malos, tristes y alegres, de reír sin parar y hasta de llorar, de grandes comilonas y de tapitas en tascas, de comidas de nuestros quinarios “en el exilio” o de Jueves Santo, de mil y una vivencia que me será imposible enumerar aquí y que estoy seguro que se me olvidarán algunas y por eso te pido perdón, Antonio. Antes decía, que ahora estaba nuestra relación algo fría. Pero, sabiendo su no “culpa “de ello ni la mía, siempre me buscaba su mirada cómplice y me demostraba en ella una amistad que jamás se perdió y que incomprensiblemente se distanció. Como así ocurrió el pasado Jueves Santo que nos comprometimos ayuda mutua por si su madre o mis padres necesitaban algo de alguno de nosotros en la Residencia de Mayores donde han coincidido. Por eso, hoy más que nunca grito a los cuatro vientos que siento en lo más profundo de mi corazón su fallecimiento. No son palabras vacías. Son llenas de un profundo afecto y cariño, de indescriptible sentimiento de pena y dolor por la muerte de mi AMIGO Antonio Torres. Y  es que 30 años de relación nadie ni nada podía hacer que se rompiera.
Recordar los años junto a él es sencillamente para enmarcar. Como los vividos durante décadas en los palcos, en los de ensayo con la Hermandad y con otras, nuestros “Santo Entierros particulares” en  Moguer y en Sevilla tras los desmontajes, nuestros años y años en el Zorbas-la sexta del Zorbas, como yo le llamaría más tarde en alusión a Paco, Rafael, Carlos, Antonio, Juanito y yo-, nuestras discusiones-¡mira que me aguantaste!-cuando estuvo en el Consejo de Hermandades, sus confidencias de sentimientos, sus momentos espléndidos y únicos cuando fue prioste de la Hermandad junto a Paco Martín, sus “intervenciones” en Juntas o charlas de grupo para acabar diciéndole: “Vale Antonio, eso ya de se ha dicho”, corta el rollo y él siempre con su proverbial gracejo lo admitía sin rechistar, los Miércoles Santo vividos en el Arucci con los bocatas, los churros con chocolate en la Pl. de la Soledad y que si te entretenías solo te quedaba “mojar” el dedo en el papel de los churros pues el tío se trincaba todo…..
Con Antonio Torres se nos va no solo una persona insustituible. Porque como persona era inmejorable. Se va un AMIGO de los que recordarás para siempre y un hermano de Oración de los de entrega sin límites. Así lo pueden atestiguar hasta 3 Hermanos Mayores que tuvieron el inmenso honor de tenerlo en sus Juntas de Gobierno. Indudablemente muchas personas lo echarán en falta. Primero, por supuesto, sus familiares, a los que les doy mi más sincero pésame. Luego sus amigos, ¡me cago en la leche, como nos has podido hacer esta faena Antonio!.Luego, los hermanos de la Hermandad y como no, todos aquellos cofrades, conocidos y compañeros del sindicato y Telefónica que tuvieron la enorme suerte de tratarlo y de quererlo. Porque Antonio fue tan fácil de querer como enorme era su presencia.
Antonio, seguro que estarás ya disfrutando con el Señor de la Oración, y le estarás contando tus batallitas de costalero los años que sobre tu cuello lo portaste. Me imagino que esta noche, cuando mire al cielo veré una estrella, bien gordita, que alumbrará más que ninguna. Serás tú Antonio, porque como siempre nos hiciste brillar con tu amistad en la Tierra, tu presencia, ahora desde el cielo, seguro que continuarás brillando como siempre los has hecho. Dile al Señor y a la Madre, que nos dé el consuelo que necesitamos los que desde la Tierra te echaremos en falta, que ayude a tu Hermandad en lo todo lo que estamos preparando y enormemente ilusionados y tú recibe un abrazo y beso enorme de tu AMIGO Frochi, no sin antes pedirte perdón si alguna vez te sentiste dolido por mis palabras o mis obras. Descansa en paz, AMIGO Antonio. Descansa en paz, gordo del alma.
Antonio  Frochoso  Gil